Similitudes

Javier Sicilia Zardaín, muy aparte de ser un personaje singular, es, como todos nosotros, un hombre de carne y hueso, sencillo, picante y muy buena onda como dicen los chavos en Cuernavaca. Primo hermano de la esposa de mi hermano Javier, he tenido la oportunidad de conversar con él en variadas ocasiones. De agilidad severa en el decir, Sicilia Zardaín no tiene pelos en la lengua para llamar a las cosas por su nombre. Agilidad mental qué solo la comparo con la del mejor conversador que he tenido frente a mí: Adalberto Ríos Szalay, amigo excelente y mejor fotógrafo.



La ley de la vida sostiene que los hijos debemos ver morir a nuestros padres y darles honrosa sepultura. Cuando esta ley cambia, es porque hubo de por medio alguna malaventura. Una enfermedad terminal aguda, un accidente o un acto violento, en donde por desgracia la muerte se hizo presente dejando esa estela de dolor agudo en los que aquí quedaron. Madres, padres, hermanos, hijos y viudos son los que sufren horas amargas tratando de explicarse el por qué de ello. En México esto se está volviendo una costumbre. Con todo éste dramático asunto del asesinato de cinco jóvenes y dos adultos en Morelos, entre ellos Juan Francisco Sicilia, hijo de Javier, viene a mi memoria aquellos otros tiempos aciagos que vivimos los Morelenses entre los años 1995 a 1998.



Como poder olvidar los más de trescientos secuestros que fueron llevados a cabo en contra de inocentes hombres, mujeres y niños, que a punta de pistola eran llevados por la fuerza a casas de seguridad en la periferia de Cuernavaca. Como olvidar que semana con semana nos preguntábamos unos a otros: ¿Y ahora a quien secuestraron? No hubo día jueves de cada semana de los años 1996-1997 en que no fuera privado de su libertad un empresario o algún miembro de su familia. Panaderos, tortilleros, vendedores de autos nuevos y usados, arquitectos, constructores, industriales, comerciantes y hasta el hijo una notario público tuvieron que pasar por ése tremendo trago. Decenas de millones de pesos fueron pagados en rescates, que a la postre jamás fueron asegurados a los secuestradores, imagínese por qué.



En esa parafernalia que se vivía en Cuernavaca, virtud de la desinformación que pululaba en el ambiente social, decidimos buscar al titular del ejecutivo en turno. Nos dimos a la tarea de buscar ayuda en la Secretaría de Gobernación en la Ciudad de México, ya que Fernando Martínez Cué y Jorge Pérez Herrera-presidente y vicepresidente de jóvenes empresarios de Coparmex-habían tenido alguna relación con el Subsecretario Arturo Núñez y éste les había dicho que le buscasen si tuvieran algún asunto que tratarle. Lo único que obtuvimos en nuestra visita a Bucarelí, fue la certeza de que quien estaba secuestrando en nuestro estado, lo hacía con el beneplácito desde las más altas esferas del poder.



Lo mismo sucede actualmente. Desde las más altas esferas del poder se solapa y se protege a las bandas criminales, ahí están los ejemplos vergonzantes del sexenio de Sergio Estrada Cajigal, en donde fue más qué claro que no solo protegía a poderosos barones del narcotráfico, sino que llegó a la desfachatez de sostener una relación sentimental con la hija de uno de ellos. Ahora, como en aquellos días, el helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública estatal sirve de medio de transporte para sabe dios que tipo de personas y de mercancías.



En aquellos años de 1995-1998 el ejecutivo se desgañitaba en improperios para aquellos que tomamos las calles de Cuernavaca y llamamos a la rebeldía civil en contra de nuestras autoridades. Se nos dijo que éramos solo un grupúsculo de la sociedad y que las cifras que manejábamos estaban totalmente fuera de la realidad. El tiempo nos daría la razón, al corroborarse el involucramiento del comandante Martínez Salgado-de aquella policía judicial- llevando a cabo actos delincuenciales. La pinza se había cerrado y el gobernador no tenía salida alguna.



El asesinato de los cinco jóvenes de la semana pasada trae consigo un fuerte olor a contubernio. La procuraduría estatal-una vez más-empieza a dar de tumbos y la opinión pública se encuentra cada vez más convencida de que en el artero crimen no están de por medio ex policías ministeriales, están metidos de lleno policías en activo y esto con la consabida duda de: ¿hasta donde llega la podredumbre dentro de la institución?



El Gobernador de Morelos en 1998 salió no por el producto de un juicio político-ni siquiera existía esa figura jurídica en la constitución-salió por la presión ciudadana y por un Presidente de la República que le traía ganas. Ahora si existe la figura jurídica y la presión ciudadana está a todo lo que da, parafraseando a Javier Sicilia: “ESTAMOS HASTA LA MADRE”



JABONAZO El PRI va a tener muy pronto a Marco Adame en donde lo quería tener. La andanada puede ser letal.

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